24/04/2024

ESPACIOTECA

Educación

Un liderazgo ético

2 minutos de lectura

Cuentan los evangelios que en una ocasión un hombre se acercó a Jesús y le dijo: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Jesús, antes de responderle con la indicación de los mandamientos y del seguimiento, le preguntó: “¿Por qué me llamas bueno?”. Y afirmó: “Sólo Dios es bueno”.

Ante tantas preguntas de los hombres de hoy sacudidos por las incertidumbres de la pandemia y sus consecuencias, qué oportuno es recordar que sólo Dios es bueno. Una tentación es esperar que surja un líder que, con superpoderes o mágicamente, proponga las soluciones que esperamos, y mientras los vemos discutir sobre listas y candidaturas, la crisis de credibilidad de los líderes, ya presente antes de la pandemia, se ha visto profundizada a niveles de escepticismo social y desesperanza.

Fueron proféticas las palabras del papa Francisco en diversas oportunidades a la curia romana sobre sus enfermedades y necesidades al punto que ha tenido resonancias en diversas escuelas de liderazgo del mundo, mostrando que en todos los ámbitos necesitamos líderes humildes y veraces que, más que redentores, sepan trabajar escuchando a todos, sumando a todos para el bien de todos.

Necesitamos líderes buenos, con bondad creatural, con los pies en la tierra y creatividad para promover políticas estables, realizables y perdurables, con habilidades y competencias, pero también virtudes y valores que reconstruyan la credibilidad a través de un liderazgo ético, del diálogo sincero y de la honestidad personal y de opciones.

La pobreza que nos duele, sacude y agobia no es fruto de estar viviendo en un desierto estéril, sino de haber administrado mal tantos dones de Dios y de nuestros antepasados.

Son una luz en el camino los que este tiempo de pandemia han mostrado tanta capacidad de entrega y servicio, poniendo en riesgo su propia salud y hasta su vida. Homenaje a ellos y al dolor de tantos podría ser buscar nuevos estilos de compromiso por el bien común.

Los liderazgos, los poderes humanos nunca deberían olvidar que no son absolutos. El único absoluto es Dios y sólo Dios es bueno.

*Obispo católico, integrante del Comipaz

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