24/04/2024

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Educación

Ana Gallay, la guerrera que disfruta de su terceros Juegos Olímpicos

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Hace poco más de una década, Ana Gallay no era la consagrada deportista que es hoy. La máxima referente argentina del vóley de playa está a horas de disputar sus terceros Juegos Olímpicos. La entrerriana de Nogoyá se levantaba a las 5.30 y una hora después, aún de noche, salía en moto hasta Crucecita Octava para dar clases de Educación Física. Pero, claro, no era un viaje cualquiera: 70 kilómetros, por caminos de tierra y, a veces, en pleno invierno, en un paisaje que helaba los sentidos. “El frío era tanto que, para no congelarme, frenaba y me ponía a correr, con la moto a cuestas, para entrar en calor. Un día hasta me agarró hipotermia”, recuerda desde la villa olímpica.

“Sí, yo estaba medio loquita, pero lo hacía para ahorrar y comprarme un auto. Había días que hacía los 140 kilómetros por 40 minutos de clase. Al principio, era titular de apenas tres horas y luego me quedé con 18. Algunos me dicen que tuve suerte, pero en realidad no sé cuántos hubiesen hecho ese esfuerzo. Hoy, cuando miro para atrás, me siento orgullosa del sacrificio y de haber llegado hasta acá, aunque no sé si lo volvería hacer…”, reflexiona con una sonrisa.

Gallay, en dupla con Fernanda Pereyra, debutará este viernes a las 23 de Argentina contra la pareja brasileña que ocupa el primer puesto del ranking mundial, pero esta tercera experiencia olímpica la está viviendo de otra forma.

“Estoy muy feliz, cómoda y disfrutando como nunca. Esta vez vine más relajada, a pasarla bien y sin meterme presión. Aprendí después de lo que viví en Río 2016, que fuimos de otra manera y, con el público argentino y lo que se generó, me terminó jugando una mala pasada. Estuve muy tensa y eso me perjudicó en la competencia. Ahora quiero todo lo contrario. No es fácil, porque cuando sentís que podés ganar, la presión es casi inevitable, pero ahora, como no llegamos en nuestro mejor momento, preferimos tomarlo de otra forma con ‘Fer’”, explica la voleibolista de 35 años.

Por eso, además, ambas tomaron la decisión de ir al desfile de inauguración, pese a que debutarán a las pocas horas. “Asistiremos un rato y nos volveremos. Pero no nos queremos perder ese momento”, cuenta Ana. Disfrutar cada instante es su anhelo. “Lo más lindo es estar en la Villa, cruzarse con todo tipo de deportistas, desde los más amateurs a los famosos y superprofesionales, porque acá somos todos iguales y estamos en la misma sintonía. Recién bajé en el ascensor con (Luis) Scola y charlamos un rato. Yo no jodo a nadie, no me gusta pedirles fotos ni nada, apenas conocer cómo están y cuándo compiten”, comenta quien ya está recuperada de una cirugía de hombro y de un desgarro en la rodilla, aunque tiene claro que son dos lesiones que no la han dejado llegar como quería a Tokio. “A ambas nos falta ritmo de competencia, pero dejaremos todo. El primer partido, con Brasil, es el más difícil y luego, en la zona, tenemos a Canadá y China. Debemos ganar al menos uno para tener posibilidades de avanzar. Pasan los dos primeros de cada zona (son seis), los dos mejores terceros y después hay un repechaje por otros dos lugares”, informa.

Solidaria

Una forma de ser, comprometida y pasional, que la hace ir más allá del deporte. Con una infancia, mitad en el campo y mitad en la ciudad, en la que no le faltó nada pero tampoco le sobró, Gallay siente tanto placer al competir como al ayudar. Hace casi cuatro años pertenece al programa solidario Huella Saint-Gobain, que elige lugares carenciados y los mejora desde la infraestructura con sus materiales para la construcción.

En 2017 eligió el Hospital San Blas de Nogoyá, en 2018 se afianzó con un proyecto en el comedor Dulces Sonrisas de Mar del Plata –donde se radicó-, en 2019 arrancó otro en el merendero Valeria en el barrio nuevo Golf de la ciudad y en el 2020 siguió con la Fundación Arco Iris en Villa Gesell, donde se construyeron baños con una nueva fórmula de ecoladrillos para conseguir que más chicos con discapacidad pudieran ir al Centro de Día para realizar programas y talleres de integración. Sin pausa pero sin prisa, en 2021, eligió ayudar al Hospital Municipal de Miramar.

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