23/05/2024

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La bandera de Lange y Carranza; la bandera que supieron conseguir

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Reinventarse. De eso sabemos los argentinos y de eso se tuvieron que valer los deportistas en este camino hacia los Juegos Olímpicos de Tokio. Para lograr la clasificación o para intentar llegar a la cita de la mejor manera, valieron mil formas de sortear el encierro, de reemplazar elementos necesarios para la preparación, de tratar de contrarrestar la incontrarrestable falta de competencia por una pandemia que cerró fronteras y aplicó restricciones a lo largo y ancho del planeta.

Los últimos 15 meses de un trabajo sinuoso sirvieron, sin embargo, para equiparar al menos un poco la preparación de los argentinos –alejados de los países de elite, con poco apoyo y con una infraestructura deficiente– con la de aquellos que en otras latitudes gozan de una política deportiva y de un poder adquisitivo que permiten superadoras realidades a la hora de entrenarse o competir. Esta vez, las limitaciones fueron generalizadas.

Reinventarse. De eso supo durante toda su carrera deportiva Santiago Lange, que comenzó su sueño olímpico de cara a los Juegos de Moscú 1980, de los que Argentina no participó por adherirse al boicot de Occidente contra la cita rusa. Finalmente lo concretó en Seúl 1986, pero lo hizo con velas y barco prestados, por lo que, carente de estructura y de apoyo, en 1993 representó a España. Sin embargo, la oferta de un privado desde Argentina para apoyar su carrera le hizo rever su decisión y se bajó del equipo olímpico español.

Hoy, a los 59 años, el bonaerense está a punto de convertirse en el deportista argentino con más presencias olímpicas, cuando en Tokio participe de sus séptimos Juegos, con lo que superará por uno al también campeón olímpico Juan Curuchet (ciclismo).

Lange fue olímpico en clases Soling, Laser y Tornado; esta última le permitió, en sus cuartos Juegos, ganar su primera medalla de bronce olímpica junto con Carlos “Camáu” Espínola en Atenas 2004, logro que repitieron cuatro años después en Beijing.

El adiós del correntino del olimpismo y de la clase Tornado significó también para él una despedida de los Juegos, pero el pedido de un consejo por parte de Cecilia Carranza le despertó una idea que lo hizo, otra vez, reinventarse. Y se terminó coronando con un histórico oro en los Juegos de Río 2016 tras participar juntos en la clase mixta Nacra 17.

Desde hace 15 meses, Lange y Carranza sortean diferentes obstáculos en su puesta a punto para defender ese podio. Y, a diferencia de lo que hicieron para los de Río, cuando se instalaron nueve meses antes en Brasil para conocer la cancha y estudiar los vientos, por estos días culminan su preparación en Barcelona antes de partir hacia Tokio. Les toca, otra vez, reinventarse en su tramo final hacia los Juegos.

De premio tendrán el enorme orgullo y honor de llevar la Bandera argentina en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, en lo que será la primera vez que los países presenten abanderados de ambos sexos.

Semejante honor no será una reinvención para ellos. Será un redescubrimiento. Y un tremendo acto de justicia.

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